Para habituar a los niños a a desayunar hay que tener paciencia y estrategia:
Deben levantarse con el tiempo suficiente para lavarse y vestirse sin apuro. Un chiquito adormilado es difícil que tenga buena disposición para desayunar. A base de insistir o enojarnos todo cuanto conseguiremos será que se trague un vaso de leche con cacao.
Hay que hacer del desayuno una rutina más de casa, variar su composición y predicar con el ejemplo: que vean que lo tomamos todos.
Tal vez no les guste lo que se considera un desayuno tradicional. Probemos a darles otras cosas: fruta, cereales, queso o yogur.
Para las meriendas también conviene que los animemos a que coman frutas y productos lácteos para acompañar su sandwich. Este siempre es preferible a otros productos, que los seducen por sus dibujos o pegatinas, pero que tienen un escaso valor nutritivo.
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